jueves, 24 de marzo de 2011
DE LA ROMANZANO A LA CABACHUELA
Los huertos medio perdidos, los caminos cerrándose por matojos y zarzas pero con mucha ilusión y al mismo tiempo nostalgia, hoy, 20 de marzo, he recorrido la Romanzano, que pena ver como está el paredón del Nino, como le llamamos en casa, he pasado el puente del puntunito, rompiendo jaras, brezos y zarzas para poder llegar a la piedra que talló el buen amigo Jesús, debido a la erosión que ha sufrido por el paso de los años la fecha en la que realizó la inscripción con su nombre y firma se ha perdido pero el resto permancece, es como si en la distancia y estoy convencido de que así es, seguimos escuchando correr el arroyo y en sueños diciendo, ¡eihh!, cabras pa riba. Un poco más arriba en un charco pequeño recuerdo con un cubo coger los peces que subían del río. También recuerdo estar con las cabras, en este trozo del arroyo, nos solíamos juntar con la Luz o su hermano Emilio, nosotros teníamos dos, la Picalza y la Extremeña, que buena la extremeña, siempre paría tres cabritos, yo fui poco con ellas porque luego las quitarón mis padres y salí al Seminario a estudiar, pero buena piara de ellas había por entonces en el pueblo. Lo primero que nos decían: Tener cuidado que no se metan para lo de Matías y le estropen los frejones y las patatas. Recuerdos y más recuerdos en este trozo de arroyo en el que sus aguas siguen serpenteando las piedras que con trabajo y tesón nuestros antepasados colocaron para sujetar tierra tan buena como aquella que nos dió los alimentos más sanos y naturales que podamos imaginar. Vuelvo hacia atrás, cruzo el puente del puntunito, inicio el camino de las estercaitas y me dispongo a pasar por el puente nuevo hasta coger el camino de la Vega Marcos para subir a la Cabachuela, me costó más trabajo, porque aquí, si que el camino está candado de monte, pero con empeño y ganas un domingo más por la mañana al igual que otros muchos de los que vengo de fin de semana, he subido a la cabachuela, huerto de los primeros en los que se recogieron cerezas, cerezos que sembró mi abuelo Quico, hombre duro y noble, trabajador nato y super cariñoso con nosotros sus nietos, recuerdo que un día me vine con él y no sé como jugando en el regato con las piedras, se me cayó una enorme encima del pie y se me puso de mala manera en un plis plas, la bota de vino era compañera inseparable de fatigas y surcos, fue gritar, ¡aahiii! y allí estaba Él, susurrándome al oido, no pasa nada hijo, esto te le hecho yo un poco vino y la servilleta de la merienda también la empapamos con el vino te lo aprieto y dentro de un rato no tienes nada, la verdad es que al rato seguí teniendo dolor pero la inflamación, se me bajó bastante, por la tarde tuvo que dejar la carga de leña en la cabachuela y a mi me bajó montado en el burro. Hoy han hecho una pista que va bastante más arriba del huerto y he subido hasta ella, el regato baja como nunca, mucha agua, cristalina y limpia, me encanta beber en el pozo de arriba, abarbar, ¡que rica! ¡que buena!